En Los chicos del cementerio, nos encontramos con la historia de Yadriel, brujo gay y transgénero con poderes florecientes (y barreras sociales y familiares), que trata de encontrar su lugar en la comunidad al mismo tiempo que busca respuestas sobre la misteriosa muerte de su primo. En un mundo como es el de la literatura en que casi todo está ya escrito, que surjan novelas e historias con tintes poco habituales, con reivindicaciones sociales y muy humanas y se le dé voz a personajes poco normativos, me parece una apuesta muy interesante (y necesaria). 

La historia de Yadriel me absorbió desde el principio y es humana (y fantasmalmente) imposible soltar el libro hasta saber qué está pasando y cómo va a acabar todo. El misterio y la premisa de la historia están muy bien llevados: la novela en ningún momento se hace pesada y aunque el principio es quizás un poco caótico porque nos sitúa demasiado rápido en contexto, la realidad es que a medida que vamos leyendo se entiende todo y no puedes soltar la novela. Y es que el misterio y los flecos que de él se derivan están muy bien conectados y, aunque en mi caso pude deducir desde casi el principio lo que estaba pasando, no ha resultado un handicap para la lectura, porque leer a Yadriel, Julián y a toda la troupe ha sido una experiencia genial y muy enriquecedora. 

Si alguien me preguntara por qué tiene que leer Los chicos del cementerio, le daría dos razones fundamentales: por el folklore y por sus personajes. Y es que ambos son los motores de la historia y los que hacen que todo encaje y funcione a las mil maravillas. Por un lado, el mundo y el folklore construido es absorbente y hechizante. Si os encanta conocer tradiciones, culturas e historias os encantará adentraros en la comunidad creada por Aiden Thomas. La cultura y las tradiciones se expresan a lo largo de sus páginas de forma constante y nos envuelven desde el primer minuto. Leer Los chicos del cementerio ha sido viajar a Halloween, al Día de Muertos sin moverme del sillón. Todos los detalles, las historias, los dialectos y el aura en general del libro te transportan a una realidad paralela y mística de la que es difícil escapar. 

Por otra parte, como ya he comentado, el segundo punto por el que recomendaría su lectura es por los personajes que se ha sacado de la manga Aiden Thomas. La forma de presentar y tratar a un tipo de protagonista poco habitual y totalmente necesario en una época como la actual genera una corriente de empatía brutal y hace imposible no conectar con sus personajes. 

Y es que nuestro protagonista, Yadriel, es un personaje trans, latino y gay. Es tan importante dar visibilidad a las distintas identidades de género en la lectura que no puedo más que aplaudir que se escriban y publiquen historias con un trasfondo que vaya más allá de la ficción y afecte a la sociedad. La gran mayoría de las historias de hoy en día, ignoran entre sus personajes la existencia del colectivo trans, así que ver reflejado en la historia las inseguridades del personaje, su anhelo de aceptación, su desesperación por mostrar su valía más allá de una condición, ha sido fantástico. 

Por otra parte, la gran familia latina de Yadriel (tanto la viva como la muerta), tiene una presencia constante y fundamental en toda la trama. Congrega una variedad amplísima de personalidades, motivos y actitudes ante la vida que le aportan a la historia una gran cantidad de matices y enriquece muchísimo su contenido. Y en la misma línea, tenemos a personajes que complementan a la perfección al propio Yadriel, como a su prima Maritza o a Julián, sin los cuales la historia quedaría coja.

En definitiva, Los chicos del cementerio es una lectura cautivadora: un elenco de personajes interesantes, con una representatividad e inclusividad muy bien llevada, un misterio que va de menos a más, unas pinceladas de romance y una mezcla de oscuridad y esperanza, viajes personales y temas sociales muy actuales, que componen un collage de lucha y superación, misterio y folklore que te absorberá.