La historia va directa al grano desde el principio, cosa que se agradece. Desde las primera páginas somos conscientes de que algo extraño, oscuro y siniestro se extiende más allá del linde del bosque, que ha desaparecido un joven y que hay que pensarse muy mucho el atreverse a poner un pie en su espesura.

Una de las cosas que más engancha de esta historia es sin lugar a dudas su ambientación. Siempre me he sentido atraída por las historias en las que lo paranormal, los hechizos y la brujería tienen un papel fundamental y Shea Ernshaw es una experta en crear novelas con esos puntos de partida. Pero no es precisamente ese aspecto el que hace de esta historia algo embaucador. La esencia de la novela radica en que es capaz de trasladarte a la más fría llanura, a unas heladoras aguas, te traslada a un congelado páramo, a un espacio yermo de nieve y hielo que traspasa tus huesos. 

Y ese bosque. Un bosque que respira, observa, maquina, ataca. Un ente con personalidad propia que a lo largo de toda la novela sientes, notas, percibes su respiración en la nuca y del que no puedes desprenderte por mucho que lo intentes. Todo ello suma una sensación de desasosiego, de incomodidad lectora que me ha encantado y que consigue que al levantar los ojos de la historia, tengas que hacer verdaderos esfuerzos por saber si estás en tu sillón o en mitad de un páramo aterrador.

Gracias a todos esos componentes, El bosque de las cosas perdidas se convierte en una lectura misteriosa, intrigante, en dónde se plantean muchos por qué y hay pocas respuestas (en sus inicios), lo que obliga a seguir leyendo para conocer qué está ocurriendo. 

Porque una de las cosas que Shea Ernshaw hace de maravilla es jugar con nuestras mentes. Nos mueve de aquí para allá, nos empuja en una dirección sutilmente para acto seguido destrozar nuestras sospechas soltando pildoritas inesperadas que descuadran todas tus especulaciones. Uno se pasa la práctica totalidad de la historia desorientado y sin saber por dónde le viene el aire hasta que, casi sin esperarlo, encontramos el camino de salida en ese frondoso bosque ;)

En cuanto a los personajes, como ya he dicho sin lugar a dudas destacaría la presencia del bosque, porque bajo mi punto de vista, es el personaje por antonomasia de toda la historia. Pero la presencia de nuestra protagonista, Nora, es muy bien recibida, con ese toque melancólico, pausado y soñador que es esta de identidad de la autora. Además, el hecho de que se nos vaya presentando poquito a poco a los antepasados de la protagonista y nos vayan contando de forma muy original su vida y arte, me ha parecido una idea de lo más original que enriquece mucho la lectura.

Y como en toda historia hay algún pero, aquí solamente puedo destacar uno. Ya me ocurrió con La maldición del mar y aquí he vuelto a sentir lo mismo: me encanta cómo elabora y desarrolla la historia, pero la conexión romántica de sus personajes sigue sin convencerme. Tengo la constante sensación de quizás las cosas ocurren un poco atropelladas, falta un poco de explicación de los sentimientos, de las relaciones entre ellos, haciendo que la relación no acabe de ser todo lo natural que a mí me gustaría.

En definitiva, El bosque de las cosas perdidas es una novela autoconclusiva repleta de fantasía, intriga, bosques inquietantes y frío, mucho frío. Con unos personajes soñadores, una ambientación inmejorable y un misterio que te hará dudar hasta de tu sombra, se convierte en una novela altamente adictiva.